Por fín llegaron las deseadas lluvias a mojar los campos y a resucitar la vida latente. Redes de micelios hacen su trabajo todo el año bajo tierra mano a mano con plantas y microorganismos y esperan la humedad otoñal para fructificar y regalarnos la visión de seres espectaculares. Son las setas, uno de los mayores regalos de la naturaleza y unos de los modelos preferidos de fotográfos y naturalistas: pequeñas y pringosas, grandes y aparasoladas como las macrolepiotas, alargadas con pintas, casi cónicas, diminutas, gordinflonas como boletos, extrañas y coloridas como los mixomicetes, amelocotonadas como rebozuelos, coralinas y cavernosas como ramarias y colmenillas. Blancas como la nieve, achocolatadas y deseadas como la seta de cardo, rojas como en los cuentos.. todo un universo micológico para admirar y descubrir después de tanta sequedad.. por fin..
Las lluvias de primavera permiten que estas caprichosas setas broten en nuestros campos, generalmente semiocultas entre las hierbas de la ribera o sobre las raíces de los árboles. Las colmenillas o cagarrias (género Morchella) apreciadas por algunos gourmets, pero tóxicas en crudo, son unas setas increiblemente peculiares con ese aspecto cavernoso de sus sombreros. También las orejas de gato negras (o bonetes?) (género Helvella) son curiosos hongos de singular aspecto a los que solo se suele ver el sombrerillo negruzco asomando por la hojarasca.
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