Una pradera de festuca bajo mis pies
descalzos,
un narciso que brota, frágil e intenso,
una mariposa que reposa sobre tu lecho
de acículas…
mientras observo tus perfiles de piedra
serrana.
La caricia sonora del arroyo me invita
a no pensar en más tiempo ni espacio
que el tuyo,
Guadarrama viva, Guadarrama pura,
hay en tus rincones verdades y
bellezas.
No hay más tesoros que los que te
planean
con su quejido de dama del cielo,
ni mayor fortuna que tu concierto
de pequeños revoltosos en tus grandes copas.
Desde las gotas transparentes de tus
cauces,
hasta esa pequeña piedra engalanada de
mica,
por la que salta una patilarga
sorprendida,
todo en ti rezuma historia, calma y vida.
Cómo me gustaría que al mirarte te
vieran,
todo lo que eres, todo lo que das…
desde el respeto profundo por tus
bondades
hasta, por tus paisajes, el éxtasis
vital.
No eres simple merendero de domingo,
ni pasto de disputa, ni especulación,
eres la sierra nuestra, la que destila ese aroma
de exuberantes retamas en flor.
Cumbres, caminos, senderos,
arroyos, vaguadas y oquedades,
múltiple y variada, te extiendes,
desde mi pecho hasta mi alma.
Calzo mis pies y respiro
el aliento de tu corteza asalmonada,
absorbo la luz de tus lindes
que se difuminan en mi esperanza.
Esperanza de verte siempre
robusta, deslumbrante y franca.
Y caminar tus senderos de plata
por donde mi vida se va quedando,
enamorada.
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