Ir al contenido principal

Anuncio de primavera

Esta mañana de sol he añorado mis paseos primaverales por ese pequeño arroyo madrileño que tanto me gusta, pero las lluvias de estos últimos días han subido el nivel del agua y no me han permitido cruzar al otro lado para seguir el camino que bordea su cauce. Así que me he sentado, he cerrado los ojos y he dejado que los rayos de sol calentaran mi cara.

Mientras, imagino el arroyo transcurrir por el terreno arenoso en el que el curso del agua dibuja peculiares y finos relieves. Recuerdo como por su cauce corretean con gracia los chorlitejos en busca de alimento oculto bajo los granos de arena. Me fijo en las encinas del entorno, que se alternan con sembrados de un verde luminoso y prados que en primavera se visten de un radiante amarillo al cubrirse de crucíferas. Observo los majuelos del camino, cuajados de pequeñas flores blancas que ponen una nota de dulzura en la rectitud de las encinas. El blando sustrato donde hunden las raíces las plantas, sirve de guarida también a cientos de conejos, que corretean entre los juncos y se esconden en la gran cantidad de vivares que agujerean la arena.

Llevo mi mirada al cielo y veo planear a un grupo de milanos negros que anida en la chopera cercana al arroyo. También el milano real, más grande y solitario se deja ver sobre las copas de los árboles, acercándose y oteando sobre mi cabeza.

El trino constante y repetitivo del pinzón me acompaña todo el paseo junto al canto lejano del cuco y el silbido aflautado y dulce de la esquiva oropéndola que se esconde en la frondosa rivera. A mi paso espanto alguna abubilla que levanta el vuelo hacia alguna encina próxima dejando ver su colorido. Un ruido como de silbato me hace girar la mirada hacia un grupo de abejarucos que vuelan bajo y dejan destellos de arcoiris a su paso. Agacho la mirada y me sorprendo ante la belleza de los narcisos de río que engalanan todo el camino.

Abro los ojos y veo que el sol está preparando todo este escenario y me voy contenta a casa.


Comentarios

  1. Precioso Virginia. No es frecuente encontrar textos buenos para describir sensaciones y vivencias naturalistas. Por lo general suelen ser meras descripciones sin matices literarios. Una muestra tu texto de como compaginar ambas cosas. Me has trasladado a ese lugar y al reencuentro con una mañana de primavera. Hasta la próxima.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Ascomicetes de primavera

Las lluvias de primavera permiten que estas caprichosas setas broten en nuestros campos, generalmente semiocultas entre las hierbas de la ribera o sobre las raíces de los árboles. Las colmenillas o cagarrias (género Morchella) apreciadas por algunos gourmets, pero tóxicas en crudo, son unas setas increiblemente peculiares con ese aspecto cavernoso de sus sombreros. También las orejas de gato negras (o bonetes?) (género Helvella) son curiosos hongos de singular aspecto a los que solo se suele ver el sombrerillo negruzco asomando por la hojarasca.

Doronicum plantagineum (doronico)

Esta plantita, aparentemente una "margarita" más.. (y sí, pertenece a la familia de las compuestas, populares margaritas), pero no es tan común, ni mucho menos, en nuestros campos de Madrid. Popularmente se la conoce como "raiz de bicho". Si alguien sabe la etimología de este nombre, me encantaría conocerla. Es junto al peralillo silvestre, un bioindicador de una serie de vegetación de la encina con características termófilas (Pyre-bourgaeanae-Quercetum-rotundifoliae).

Después de la bacanal...

Es una mañana soleada de finales de febrero. Me acerco a la charca que este año tiene la gran suerte de estar rebosante de agua por estas fechas. Los sapos descansan a sus anchas entre los ranúnculos, que están a punto de estallar en una alfombra olorosa de pequeñas flores blancas, o asoman sus cabezas al sol después de la bacanal de los últimos días. Como resultado de los amplexus decenas de puestas tapizan las zonas más someras de la charca como cordones de caviar. Algún rezagado, se resiste a soltarse y se aferra al cuerpo de su superhembra, que espera paciente que termine por fin su abrazo. Todo está resurgiendo en la charca. Miles de invertebrados conforman un microcosmos que con los rayos del sol deja ver su algarabía. Pequeños escarabajos girínidos dan vueltas como locos por la superficie del agua deslumbrando con sus reflejos de plata. Una notonecta sube veloz a la superficie y coge una burbuja de aire para volver a desparecer con la misma velocidad. Algunas parejas de pequeñ