Siempre había leido sobre ella en todas las guías pero nunca había tenido la ocasión de verla cara a cara: la tan venerada Amanita cesarea ¡¡ Y este fin de semana he tenido la suerte de encontrarla y observar todos los detalles de esta yema de huevo que revienta la tierra del alcornocal con su naranja descarado y su delicada y húmeda volva, cual calimero saliendo del cascarón. Tengo que reconocer que me asustó la novedad y me costó probarla, aunque sabía que no podía ser otra... pero a mi paladar, que esperaba el más sublime de los aromas fúngicos, no le resultó superior al boleto o a la seta de cardo... aun así, me ha encantado conocerla.